lunes, 23 de julio de 2012

Volver o no volver, esa es la cuestión

Podría decir que este post es consecuencia de haber leído este artículo, pero sería mentir descaradamente. Este post es consecuencia directa de ocho conversaciones prácticamente iguales que mantuve con familiares y amigos cercanos en el breve espacio de 72 horas. El resumen de todas ellas podría ser fácilmente “no sabes la que está cayendo aquí, quédate donde estás” (con algunas variantes, claro).

Evidentemente, es lógico asumir que no conozco ni entiendo la situación en España. No es como si trabajara en un medio de comunicación encargándome de las noticias internacionales para tres informativos diarios.

Además, todo el que me conoce sabe que jamás me ha interesado la política y que no la sigo de forma casi obsesiva aunque sólo sea para poder insultar a los políticos con conocimiento de causa.

Y con el profundo conocimiento que tiene la mayoría de la situación en Panamá, ¿cómo no recomendarme que me quede aquí para siempre teniendo en cuenta los recortes en sanidad, educación y seguridad que están haciendo allí?

No es como si aquí los hospitales públicos usaran sillas de ruedas de madera, o que sea normal que una jefa de redacción sea incapaz de escribir un párrafo completo sin faltas de ortografía (y de las tildes ni hablo, total, ¿pa’qué?), ni mucho menos que un cámara y un periodista se nieguen tajantemente a entrar en ciertas zonas de la ciudad sin que la policía les acompañe porque probablemente les robarían hasta el alma (en el mejor de los casos).

Vale, quizás estoy siendo poco amable. Pero confieso que estás conversaciones, sumadas a muchas parecidas a lo largo de los últimos dos meses, me han llevado tan al límite de mi paciencia que incluso he llegado a ser aún menos amable con amigos que no lo merecían. Por supuesto, más de uno pensará que si me lo ha dicho tanta gente y además cercana será por algo. Y es cuando a mí se me viene a la cabeza aquello de que un millón de moscas no pueden estar equivocadas.

La alimentación de las moscas.
Ultimamente ocupa muchos de mis pensamientos

Sarcasmos a parte (con dolor, eso sí), la sensación que tengo es que la gente empieza a ver la emigración como la solución a todos los males. Una especie de lotería o fórmula mágica que de pronto lo solucionará todo. Artículos como este no ayudan a cambiar la percepción.

Sin embargo, quizás sea prudente que pongamos las cosas en perspectiva. Irse a Suiza con un contrato a un trabajo increíble y que te permite abrir nuevas puertas no es lo mismo que irse a Suiza (o Inglaterra o a Alemania o a donde sea) con una maleta, una sonrisa y muy buenas intenciones. Por sorprendente que parezca, plantarse en la empresa internacional más cercana y decir “hola, soy español y tengo un título” no significa que de pronto vas tener un sueldo de seis cifras y conducir un coche de empresa.

Y menos si no conoces ni lo básico del idioma local. Porque reconozcámoslo, los idiomas siempre han sido la asignatura pendiente de la educación española incluso en el mejor de los casos.

Si eres como el personaje de Bruce Willis en el Quinto Elemento y tu bilingüismo se limita a español y español con tacos, el plan B lógico es América Latina. Aún así, y a pesar de que siga pareciendo increíble, la situación al principio no será muy diferente que en cualquier otra parte del mundo. Es decir, si te vienes con un contrato de una multinacional y un sueldo europeo, tu vida en este lado del Atlántico puede ser maravillosa (aunque ya advierto que en Panamá no hay cantidad de dinero que te libre de los mosquitos, los atascos y las calles inundadas). Pero si te vienes a la aventura, a lo mejor las cosas no serán como las esperas.

Aunque es verdad que no es difícil encontrar trabajo y saben que, por lo general, estamos algo mejor preparados, no te van a poner a dirigir un departamento a los dos minutos de entrevista ni la empresa a los dos meses. Es probable que ni huelas un ascenso en dos años. Empezarás donde todo el mundo y cobrarás lo que todo el mundo, una mierda poco para los estándares europeos.

Porque otra cosa a tener en cuenta y que parece que se olvida es que Latinoamérica no es Europa, ni siquiera para los europeos. Los médicos son iguales para todos, las inundaciones son iguales para todos y el tener pinta de maldito colonizador sólo te hará más propenso a que ciertos individuos quieran hacer inventario de tus posesiones.

No significa que te vayan a ir atracando cada dos pasos, yo no he tenido ningún problema desde que estoy aquí y eso que salgo de casa de madrugada, pero trabajo donde trabajo y conozco los índices de criminalidad. No son bonitos.

America Latina y Europa, más parecidas de lo que creemos,
no tanto como me gustaría

¿Toda esta disertación es mi forma de decir que me arrepiento de haber venido? Ni mucho menos. Sabiendo lo que sé ahora volvería a coger ese avión sin dudarlo. Habría valido la pena aunque sólo fuera por la gente que he conocido, pero es que cuando vuelva a casa me llevaré mucho más que eso y no cambiaría la experiencia por nada del mundo.

¿Estoy contando los días para regresar? Dios, sí. Y sí, la nostalgia y la morriña y el echar de menos a familiares y amigos pesan mucho en mi decisión. Pero no son el único motivo. Porque por muy bien que me lo esté pasando aquí, por mucho que esté aprendiendo y por mucho que esté disfrutando siempre he sabido que esto sería temporal y que mi futuro está en casa.

Pero y si esos fueran mis motivos, ¿qué? ¿De verdad es tan terrible que prefiera trabajar de camarera a perderme otro cumpleaños de mis sobrinos? ¿O qué me haya resultado increíblemente doloroso perderme el nacimiento de los gemelos de uno de mis hermanos (perdón, mellizos)? ¿O qué me resulte insoportable la idea no estar presente para el que está por venir aunque no sea sobrino de sangre (y que si es niña debería llevar alguno de mis nombres, después de todo hasta hay dos para elegir)? ¿De verdad el trabajar de lo mío justifica dejar todo lo demás atrás?
Porque si ahora mismo viniera un directivo de CNN y me dijera que me da el trabajo de mis sueños a cambio de cortarme alguna extremidad o matar a algún miembro de mi familia, muy probablemente le diría que no (si me deja elegir al familiar en cuestión, quizás podríamos negociarlo).

Las preguntas no son al azar o un arrebato victimista autocompasivo (bueno, puede que un poco). Alguien llegó a decirme que no tenía derecho a desaprovechar esta oportunidad porque no todo el mundo podía tenerla.

Y es que esa es otra, a veces parece que emigrar está bien, pero para otros.

Tengo unos 120 amigos en facebook. Pongamos que con la mitad tengo un contacto habitual y que con la mitad de esos me relaciono en persona con una frecuencia aceptable. Eso son unas 30 personas con las que tengo un contacto directo y continuado.

Entre ellas hay gente que lleva en paro tanto tiempo que no podría decir cuando cobró su última nómina sin mirar un calendario, quien tiene trabajo pero lleva años quejándose de él, profesores en eterna oposición incapaces de encontrar nada en el sector privado, autónomos saturados por facturas sin cobrar, científicos que ven como sus becas y presupuestos para investigación se reducen hasta casi dejar de existir... Hasta tengo a alguien que casi me ha dejado de hablar porque trabajo de ayudante de producción habiendo estudiado periodismo y no comunicación audiovisual y eso es intrusismo laboral mientras ella sufre buscando algo así.

De hecho, sinceramente puedo decir que, en este momento, apenas conozco a cinco o seis personas con trabajo y plenamente satisfechas con él.

Todos ellos saben que encontré mi actual empleo en menos de una semana, que por mucho que me queje y refunfuñe estoy contenta en él, que me encanta la gente, que incluso el sueldo mínimo te permite vivir con dignidad, que los españoles estamos muy bien considerados laboralmente hablando (en general en cualquier ámbito, creo que por fin nos van perdonando lo de Colón y sus amigos)...

Todos ellos tienen la confianza suficiente como para decirme “hazme un hueco”, porque otra cosa no, pero habitaciones me sobran y salvo porque la personalidad de mi casera recuerda poderosamente a Kathy Bates en Misery, no es un mal lugar para vivir.

Cosas que no echaré de menos de Panamá:
mi casera
Pero nadie, absolutamente nadie me ha preguntado ni una sola vez si podría encontrarles algo aquí, si hace falta gente, si es difícil encontrar trabajo, si tramitar los permisos es complicado, el precio la vivienda... Ni siquiera han preguntado si vale la pena.

Y sí, la vale. Y si las circunstancias fueran otras probablemente no dudaría en quedarme. Pero las circunstancias son las que son y me volveré a casa tarde o temprano. Quizás no salga bien, pero ya cruzaremos ese puente cuando toque. Y si llegado el momento parece que es mejor volver a marcharse, pues me iré y volveré a probar suerte. Si los dioses son generosos, tendré tanta como aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario