martes, 24 de julio de 2012

El Día del Niño


"Hay día del padre, día de la madre, día del besugo colorao, pero no hay día del hijo". No conozco a nadie que en algún momento no haya hecho un comentario muy parecido a este. Normalmente mientras da vueltas por un centro comercial tras varias horas infructuosas de buscar un regalo adecuado para el progenitor correspondiente. O, mucho más probablemente, mientras busca alguna tienda abierta a última hora para poder fingir que no había olvidado completamente la fecha.
Y la respuesta automática cuando hay una madre cerca suele ser "todos los días son el día del hijo". 
Supongo que en América en general y en Panamá en particular no deben compartir esa opinión porque el tercer domingo de julio es el día del niño. Regalos y desfile incluido. 
Creo firmemente (quizás porque hubo quien me hizo sentir así) que los hijos se tienen que saber queridos y el centro del universo de sus padres todos los días del año (y no solo cuando son niños). Tampoco soy tan ingenua como para no saber que en muchos casos no es así.
Así que, mientras mi utópico mundo de fantasía, en el que todos los niños del planeta son felices, se convierte en realidad, me gusta saber que al menos una vez al año los padres recuerdan que no hay nada mas importante. 
Sí, lo sé, a veces parece que vivo en un mundo de unicornios y arcoiris
El día es todo un acontecimiento en Ciudad de Panamá. Salvando las distancias, los preparativos y la expectación me hizo recordar muchísimo a la Cabalgata de Reyes. Roxana Méndez, alcaldesa de la capital (una mujer que me provoca sentimientos enfrentados, aunque ya hablaré de eso otro día), se dedicó toda esa semana a ir de plató en plató y de radio en radio explicando los pormenores del desfile, desde el número de carrozas hasta las medidas de seguridad pertinentes.
En casi todas las televisiones hubo programación especial para niños y se conectaron al desfile en directo. Y valía la pena verlo, algunas de las carrozas eran auténticas obras de ingeniería y diseño, sobretodo teniendo en cuenta que los presupuestos que manejan aquí no son los que se manejan en España.
Evidentemente, como no podía ser de otra forma en estos casos, llovió. Por suerte, en esta época del año, las tormentas se van tan rápido como llegan y no hubo que lamentar más que un ligero retraso, aunque estoy casi segura de que más de un niño faltó a clase al día siguiente por el resfriado.
Una de las carrozas del último desfile
Lo único que me enturbió la escena fue ver a los políticos sacando tajada. Yo entiendo que organizar algo así y que salga bien es un tanto para la alcaldía. Y que el Ministro de Desarrollo Social esté por ahí es lógico. Pero la forma de buscar cámara y hacer poses y grandes declaraciones para darse palmaditas en la espalda, parecía un poco fuera de tono.
En cualquier caso fue un día realmente divertido para los niños. Un día ameno para los que tuvimos que trabajar. Y supongo que por lo menos durante un ratito, en Panamá sólo hubo familias felices que no es poco. Ahora sólo queda que todas esas madres tengan razón y que cada día sea el día del niño.

lunes, 23 de julio de 2012

Volver o no volver, esa es la cuestión

Podría decir que este post es consecuencia de haber leído este artículo, pero sería mentir descaradamente. Este post es consecuencia directa de ocho conversaciones prácticamente iguales que mantuve con familiares y amigos cercanos en el breve espacio de 72 horas. El resumen de todas ellas podría ser fácilmente “no sabes la que está cayendo aquí, quédate donde estás” (con algunas variantes, claro).

Evidentemente, es lógico asumir que no conozco ni entiendo la situación en España. No es como si trabajara en un medio de comunicación encargándome de las noticias internacionales para tres informativos diarios.

Además, todo el que me conoce sabe que jamás me ha interesado la política y que no la sigo de forma casi obsesiva aunque sólo sea para poder insultar a los políticos con conocimiento de causa.

Y con el profundo conocimiento que tiene la mayoría de la situación en Panamá, ¿cómo no recomendarme que me quede aquí para siempre teniendo en cuenta los recortes en sanidad, educación y seguridad que están haciendo allí?

No es como si aquí los hospitales públicos usaran sillas de ruedas de madera, o que sea normal que una jefa de redacción sea incapaz de escribir un párrafo completo sin faltas de ortografía (y de las tildes ni hablo, total, ¿pa’qué?), ni mucho menos que un cámara y un periodista se nieguen tajantemente a entrar en ciertas zonas de la ciudad sin que la policía les acompañe porque probablemente les robarían hasta el alma (en el mejor de los casos).

Vale, quizás estoy siendo poco amable. Pero confieso que estás conversaciones, sumadas a muchas parecidas a lo largo de los últimos dos meses, me han llevado tan al límite de mi paciencia que incluso he llegado a ser aún menos amable con amigos que no lo merecían. Por supuesto, más de uno pensará que si me lo ha dicho tanta gente y además cercana será por algo. Y es cuando a mí se me viene a la cabeza aquello de que un millón de moscas no pueden estar equivocadas.

La alimentación de las moscas.
Ultimamente ocupa muchos de mis pensamientos

Sarcasmos a parte (con dolor, eso sí), la sensación que tengo es que la gente empieza a ver la emigración como la solución a todos los males. Una especie de lotería o fórmula mágica que de pronto lo solucionará todo. Artículos como este no ayudan a cambiar la percepción.

Sin embargo, quizás sea prudente que pongamos las cosas en perspectiva. Irse a Suiza con un contrato a un trabajo increíble y que te permite abrir nuevas puertas no es lo mismo que irse a Suiza (o Inglaterra o a Alemania o a donde sea) con una maleta, una sonrisa y muy buenas intenciones. Por sorprendente que parezca, plantarse en la empresa internacional más cercana y decir “hola, soy español y tengo un título” no significa que de pronto vas tener un sueldo de seis cifras y conducir un coche de empresa.

Y menos si no conoces ni lo básico del idioma local. Porque reconozcámoslo, los idiomas siempre han sido la asignatura pendiente de la educación española incluso en el mejor de los casos.

Si eres como el personaje de Bruce Willis en el Quinto Elemento y tu bilingüismo se limita a español y español con tacos, el plan B lógico es América Latina. Aún así, y a pesar de que siga pareciendo increíble, la situación al principio no será muy diferente que en cualquier otra parte del mundo. Es decir, si te vienes con un contrato de una multinacional y un sueldo europeo, tu vida en este lado del Atlántico puede ser maravillosa (aunque ya advierto que en Panamá no hay cantidad de dinero que te libre de los mosquitos, los atascos y las calles inundadas). Pero si te vienes a la aventura, a lo mejor las cosas no serán como las esperas.

Aunque es verdad que no es difícil encontrar trabajo y saben que, por lo general, estamos algo mejor preparados, no te van a poner a dirigir un departamento a los dos minutos de entrevista ni la empresa a los dos meses. Es probable que ni huelas un ascenso en dos años. Empezarás donde todo el mundo y cobrarás lo que todo el mundo, una mierda poco para los estándares europeos.

Porque otra cosa a tener en cuenta y que parece que se olvida es que Latinoamérica no es Europa, ni siquiera para los europeos. Los médicos son iguales para todos, las inundaciones son iguales para todos y el tener pinta de maldito colonizador sólo te hará más propenso a que ciertos individuos quieran hacer inventario de tus posesiones.

No significa que te vayan a ir atracando cada dos pasos, yo no he tenido ningún problema desde que estoy aquí y eso que salgo de casa de madrugada, pero trabajo donde trabajo y conozco los índices de criminalidad. No son bonitos.

America Latina y Europa, más parecidas de lo que creemos,
no tanto como me gustaría

¿Toda esta disertación es mi forma de decir que me arrepiento de haber venido? Ni mucho menos. Sabiendo lo que sé ahora volvería a coger ese avión sin dudarlo. Habría valido la pena aunque sólo fuera por la gente que he conocido, pero es que cuando vuelva a casa me llevaré mucho más que eso y no cambiaría la experiencia por nada del mundo.

¿Estoy contando los días para regresar? Dios, sí. Y sí, la nostalgia y la morriña y el echar de menos a familiares y amigos pesan mucho en mi decisión. Pero no son el único motivo. Porque por muy bien que me lo esté pasando aquí, por mucho que esté aprendiendo y por mucho que esté disfrutando siempre he sabido que esto sería temporal y que mi futuro está en casa.

Pero y si esos fueran mis motivos, ¿qué? ¿De verdad es tan terrible que prefiera trabajar de camarera a perderme otro cumpleaños de mis sobrinos? ¿O qué me haya resultado increíblemente doloroso perderme el nacimiento de los gemelos de uno de mis hermanos (perdón, mellizos)? ¿O qué me resulte insoportable la idea no estar presente para el que está por venir aunque no sea sobrino de sangre (y que si es niña debería llevar alguno de mis nombres, después de todo hasta hay dos para elegir)? ¿De verdad el trabajar de lo mío justifica dejar todo lo demás atrás?
Porque si ahora mismo viniera un directivo de CNN y me dijera que me da el trabajo de mis sueños a cambio de cortarme alguna extremidad o matar a algún miembro de mi familia, muy probablemente le diría que no (si me deja elegir al familiar en cuestión, quizás podríamos negociarlo).

Las preguntas no son al azar o un arrebato victimista autocompasivo (bueno, puede que un poco). Alguien llegó a decirme que no tenía derecho a desaprovechar esta oportunidad porque no todo el mundo podía tenerla.

Y es que esa es otra, a veces parece que emigrar está bien, pero para otros.

Tengo unos 120 amigos en facebook. Pongamos que con la mitad tengo un contacto habitual y que con la mitad de esos me relaciono en persona con una frecuencia aceptable. Eso son unas 30 personas con las que tengo un contacto directo y continuado.

Entre ellas hay gente que lleva en paro tanto tiempo que no podría decir cuando cobró su última nómina sin mirar un calendario, quien tiene trabajo pero lleva años quejándose de él, profesores en eterna oposición incapaces de encontrar nada en el sector privado, autónomos saturados por facturas sin cobrar, científicos que ven como sus becas y presupuestos para investigación se reducen hasta casi dejar de existir... Hasta tengo a alguien que casi me ha dejado de hablar porque trabajo de ayudante de producción habiendo estudiado periodismo y no comunicación audiovisual y eso es intrusismo laboral mientras ella sufre buscando algo así.

De hecho, sinceramente puedo decir que, en este momento, apenas conozco a cinco o seis personas con trabajo y plenamente satisfechas con él.

Todos ellos saben que encontré mi actual empleo en menos de una semana, que por mucho que me queje y refunfuñe estoy contenta en él, que me encanta la gente, que incluso el sueldo mínimo te permite vivir con dignidad, que los españoles estamos muy bien considerados laboralmente hablando (en general en cualquier ámbito, creo que por fin nos van perdonando lo de Colón y sus amigos)...

Todos ellos tienen la confianza suficiente como para decirme “hazme un hueco”, porque otra cosa no, pero habitaciones me sobran y salvo porque la personalidad de mi casera recuerda poderosamente a Kathy Bates en Misery, no es un mal lugar para vivir.

Cosas que no echaré de menos de Panamá:
mi casera
Pero nadie, absolutamente nadie me ha preguntado ni una sola vez si podría encontrarles algo aquí, si hace falta gente, si es difícil encontrar trabajo, si tramitar los permisos es complicado, el precio la vivienda... Ni siquiera han preguntado si vale la pena.

Y sí, la vale. Y si las circunstancias fueran otras probablemente no dudaría en quedarme. Pero las circunstancias son las que son y me volveré a casa tarde o temprano. Quizás no salga bien, pero ya cruzaremos ese puente cuando toque. Y si llegado el momento parece que es mejor volver a marcharse, pues me iré y volveré a probar suerte. Si los dioses son generosos, tendré tanta como aquí.

miércoles, 27 de junio de 2012

La licencia de locutor comercial


En Panamá, para ponerte delante de un micrófono de forma habitual necesitas tener la licencia de locutor comercial. Técnicamente sólo se necesita si durante tus locuciones vas a presentar algún producto, empresa o similar (de ahí lo de comercial), pero lo cierto es que se le exige a todo periodista que quiera ejercer en un medio audiovisual. La opción B es hacer el trabajo pero dejar que sea un compañero el que locute (y cualquiera que haya investigado una noticia alguna vez en su vida sabe que no es nada divertido ceder tu información a otro).

La teoría dice que no cualquiera podría sentarse ahí


Como toda ley que se precie, tiene su trampa y hay muchas formas de pasarla por alto. Por ejemplo, los invitados/comentaristas, aunque sean regulares, no la necesitan siempre y cuando no aprovechen para hacer publicidad de lo que sea, incluso de sus propias empresas. La teoría dice que eso tendría que hacerlo el periodista debidamente acreditado que está manejando el espacio/entrevista. Lo cierto es que la mayoría de las veces el periodista carece de la información y es bastante más simple dejar que sea el invitado el que la dé, que lo que, al final, hace todo el mundo.
Aún trato de averiguar qué diferencia a un colaborador habitual de un locutor, pero nadie me ha dado todavía una respuesta que me termine de convencer.

Otra opción (la más usada, para qué engañarnos) es ejercer igualmente y cruzar los dedos para que al organismo regulador pertinente no le dé por hacer una inspección. De todas maneras, la responsable final (y quien debe pagar la multa) es la empresa y no el trabajador, lo que siempre está bien.



Confieso que me siento dividida con esto de la licencia de locutor. Por un lado, todos los principios de la libertad de expresión dicen que no debería haber nada que limitara este derecho de ninguna de las maneras.
Por otro, la idea de que la gente tenga que pasar por ciertos trámites para poder salir en las ondas y ser de alguna manera responsable de lo que sale por su boca me resulta enormemente atractiva. Sobretodo viendo lo que algunos han hecho con ese derecho a la libre expresión en España.



En cualquier caso, las limitaciones de esta licencia son evidentes. Para empezar no afecta a la palabra escrita por lo que prensa e internet están exentas (aunque poner vídeos con voz o podcast en una web es diferente y sí haría falta).

Y luego está el detalle de que leer la noticia y trabajar la noticia son dos cosas muy diferentes. En mi caso, por ejemplo, todas las mañanas escojo las noticias, redacto y selecciono las imágenes (con la ayuda de un editor)  del bloque de internacionales del informativo mediodía, pero no soy quien las lee. Así que, aunque la redacción, el enfoque, las imágenes y todo lo demás es mío, de alguna extraña manera la responsable última fuera del canal no soy yo sino la persona que sí le pone la voz. Se me hace raro. Aunque me queda el consuelo de que de puertas para dentro, cualquier error sigue siendo mi culpa y de nadie más.

Cómo conseguir la licencia


La forma más fácil es estar licenciado en alguna de las ramas de comunicación social de alguna universidad panameña, aunque hay otras maneras si esa ya no es una opción.

Lo primero a tener en cuenta es que, en principio, sólo puedes conseguir licencia si eres panameño, aunque no siempre es así. Es posible que la ASEP (Autoridad Nacional de Servicios Públicos, que es quien regula estas cosas) haga excepciones en algunos casos, normalmente a petición de una empresa. La pega es que estas excepciones te limitan casi exclusivamente a la compañía que haya hecho la solicitud y es muy probable que la licencia caduque en cuanto el contrato se termine.
Aún así, ha habido y sigue habiendo extranjeros locutando en radios y televisiones sin demasiados problemas.

En Vía España, una de las arterias principales de la ciudad, no tiene pérdida


Si cumples alguno de los requisitos previos (nacionalidad y/o contrato) recomiendo encarecidamente consultar primero con la Embajada de Panamá en Madrid para ver qué papeles te pedirán exactamente en la ASEP, incluyendo sellos, autentificaciones y cartas juradas.
Sé que necesitas el diploma y el expediente de estudios y que una vez aquí una universidad (a ser posible con algún convenio con la tuya) debe darle el visto bueno. Para la mayoría de los trámites, tanto en Madrid como en Panamá, necesitan la firma y no suelen aceptar fotocopias, por eso insisto en la necesidad de informarse bien antes y no tener que estar a vueltas con mensajeros después.

Yo me planté aquí con toda mi ingenuidad sin tener ni idea de la existencia de la dichosa licencia (hasta hace unos meses ni se me había pasado por la cabeza que algo así pudiera existir) y durante las primeras semanas temí seriamente haber cogido el avión sólo para hacer turismo.

En el peor de los casos, puedes coger uno de los cursos de locución que dan las universidades. Hay uno cada mes (más o menos) y están pensados precisamente para obtener la licencia. Cada universidad tiene sus propios horarios, profesores y programas. En mi opinión, vale la pena esperar una semana más o menos para coger un curso que se adapte más a tus necesidades y expectativas que simplemente apuntarte al primero que empiece para cubrir los trámites lo más rápido posible. Aunque eso depende de las ganas y las prisas que tengas, claro.

La Universidad Latina tiene fama de dar uno de los mejores cursos


Debo advertir que no es un proceso rápido. Una vez te apuntas al curso y obtienes el diploma (6 sábados y 250 dólares después), necesitas esperar a que la ASEP abra el plazo para entregar los papeles, cosa que sólo sucede unos pocos días al mes. Después de eso, los trámites se pueden alargar hasta mes y medio más. Sumándolo todo, pueden pasar fácilmente cuatro meses desde que empieces el proceso hasta que tengas el carnet con tu foto en la mano.

Y aún así, por lo que estuve investigando, es posible que esta opción sea más rápida para cualquier que viene de fuera que intentar validar el título.

De porqué, de todas maneras, vale la pena coger el curso y lo increíblemente divertido que puede llegar a ser, hablaremos mañana.

martes, 26 de junio de 2012

El Día del Padre

El tercer domingo de junio es el día del padre en Panamá (y en medio mundo). 
Fue una de esos pequeños reportajes que me encantó hacer. El respeto que le tienen aquí a las personas mayores me resulta sorprendente a ratos e impresionante siempre.
Ojalá todas las noticias fueran siempre como estas



lunes, 25 de junio de 2012

Trabajo Infantil en Panamá

Aunque sea fácil de olvidar, aún hay muchas partes del mundo donde los niños se ven en la obligación de dejar la escuela para ponerse a trabajar y ayudar económicamente a la familia. Panamá, por desgracias es uno de esos lugares.

Por suerte, no es un problema que se ignore o se trate de esconder debajo de la alfombra más cercana, si no que de verdad existen programas, proyectos y planes para acabar con el problema.

Esta fue la segunda noticia que he cubierto aquí. Fue una de esas que te hacen recuperar un poco de fe en el universo. 

Aunque por algunos problemas técnicos no fue exactamente la pieza que me hubiera gustado montar, espero que os guste.


jueves, 21 de junio de 2012

Bronca en la Asamblea Nacional, Capítulo Final

La verdad es que los dos últimos días han sido tan tranquilos que casi resultan anticlimáticos en comparación con el principio de la semana.

La marcha prevista por la oposición en defensa de la democracia no tuvo mayores incidentes. Lo más destacable es que uno de los principales sindicatos no fue y se van a montar una fiesta marcha privada esta tarde.

Fallé en mis previsiones con la reunión con los arzobispos, fue por la mañana y no por la tarde. Y eso fue lo más interesante del asunto.

Lo único que de verdad ha conseguido captar mi atención ha sido un asunto con una estudiante durante las incidentes del martes. Según parece fue agredida por la policía aunque no tenía nada que ver con lo que estaba ocurriendo.

Primero maticemos lo de agredida: la agarraron, quizás la zarandearon un poco y la metieron con un furgón. Máximo un par de moratones. Nada de acabar con 15 puntos en la cabeza sólo porque estabas en una esquina con una mochila y me pareciste sospechoso. Aquí el concepto es diferente.

Pero lo que me llama la atención del asunto es que la Policía Nacional se ha disculpado públicamente con ella. Igualito que en casa, vamos.

Os dejo con un vídeo con imágenes de lo ocurrido en el exterior de la Asamblea Nacional el martes. Es una pena que no tenga sonido, pero creo que es bastante ilustrativo


miércoles, 20 de junio de 2012

Bronca en la Asamblea Nacional




Esto fue lo que ocurrió ayer en la Asamblea Nacional de Panamá. Al menos dentro del Hemiciclo. En las gradas la bronca era aún mayor. Y fuera, los antidisturbios rociaban con alegría a la multitud con gas pimienta sin importar si era manifestante, diputado (que estaban con los manifestantes) o el señor de los helados. Hubo para todos.

(Lamento no tener más vídeos para ilustrarlo y tener que remitir a los enlaces, pero en Panamá el uso de la web aún no está muy extendido ni siquiera entre los propios medios de comunicación, lo que complica bastante las cosas para conseguir información.)

Antecedentes


La bronca empezó antes de ayer. Tenía que debatirse el proyecto de ley 486 que permitiría al gobierno vender el 24% de las acciones de las empresas eléctricas estatales.

El sistema parlamentario panameño imita al Británico y las leyes se aprueban en tres debates. La forma en la que esta ley había pasado el segundo ya había levantado bastante polémica porque el partido en el poder, Cambio Democrático, hizo lo que llaman un Madrugonazo: retrasar el pleno todo lo posible para que llegue a la madrugada y que los diputados de la oposición se marchen cansados y pensando que ya no se va a votar nada. Cada vez estoy más convencida de que aquí demasiados políticos han visto El Ala Oeste de la Casa Blanca (en concreto el capítulo 17 de la sexta temporada, "Un Buen Día", pero ese es otro tema.

El lunes, en un primer momento, la sesión estaba prevista para las 3 de la tarde. Sin embargo, en el último momento se anunció que se adelantarían a las 9 de la mañana. El comienzo de la sesión se retrasó, aunque eso tampoco es extraño, y las gradas comenzaron a llenarse de gente.

Esa es otra de esas cosas que a mí me resultan un tanto marcianas y aquí parecen tan normales:
La Asamblea está compuesta por 71 diputados. Físicamente no es muy grande y se separa del resto con unas grandes cristaleras (aunque después de lo de los últimos días puedo decir sin miedo a equivocarme que es de un material bastante más resistente que el cristal). Arriba a la derecha hay una galería para la prensa y todo lo demás son gradas para los ciudadanos.



La teoría dice que no todo el mundo puede entrar. La verdad es que desde la primera vez que fui, me llamó la atención lo increíblemente fácil que sería asaltar su parlamento. Me encanta tener razón, pero creo que hubiera preferido que se quedara como una simple conjetura.

Si llevas cualquier cosa que te identifique como periodista ni te miran el bolso. Y por cualquier cosa me refiero a una furgoneta con un logo, un micrófono o una identificación consistente en un trozo de papel con una foto terriblemente fea mal plastificado colgando de tu cuello.

Las veces que he tenido que pasar por el detector de metales ni me he fijado en si ha sonado o no (teniendo en cuenta que llevaba todo encima, probablemente sí) y he seguido caminando sin más porque se me escapaba el diputado que quería entrevistar y la única opción de perderle era que el de seguridad me disparara (preferiblemente a un órgano no vital). El guardia ni pestañeaba.

Este cartel está en el hall del edificio.
Seré rara, pero depender de la buena voluntad de la gente en estos asuntos no me entusiasma

En sesiones como esta, en las que se va a discutir una ley polémica entra el que sea, muchas veces alentados por los propios diputados de la oposición.

Volviendo a la sesión del lunes, el jaleo, los pitidos, las consignas y las banderas ondeando estuvieron presentes desde el principio. Dentro del edificio y en los alrededores. Cuando el Ministro de Economía y Finanzas, Frank de Lima, hizo el amago de hablar la gradería se enardeció (tres exaltados incluso superaron las medidas de seguridad y entraron en el Hemiciclo) y hasta ahí llegó la sesión.

Bueno, en realidad primero hubo casi una hora de gritos, insultos, diputados cogiendo las banderas que presiden el estrado para agitarla con todo el patriotismo del mundo (si alguien me lo pregunta, durante un momento estuve absolutamente convencida de que se la iba a atar al cuello al más puro estilo Superman como los atletas tras una carrera)... Al final, el presidente de la Cámara, Héctor Aparicio, tuvo que rendirse a la evidencia.

Ayer


Al igual que el día anterior, la sesión estaba prevista para las 9 de la mañana. La diferencia es que esta vez la policía había cercado toda la zona desde la madrugada.

La pregunta recurrente a los invitados políticos del morning show fue qué necesidad había de poner a la venta esas acciones si el país va estupendamente y todo son ganancias y buenas noticias. Sinceramente, la analista política, la licenciada Maribel Cuervo de Paredes, a veces me recuerda a un pitbull: una vez que agarra a su presa ya no hay quien la suelte, puede oler tu miedo y como pruebe sangre estás muerto. Os dejo la primera parte de una entrevista con el Presidente de noviembre del año pasado para que la veáis en acción. Y de paso también a Martinelli.



Le repitió la pregunta una y otra vez al Secretario de Comunicación del Gobierno, Luis Eduardo Camacho; al Viceministro de Economía, Mahesh C. Khemlani (que no sé si tenía algo en el ojo o un tic, pero no se estuvo quieto en los 15 minutos que estuvo al aire) y a cualquiera que se le pusiera a tiro. No hubo una respuesta especialmente elocuente o satisfactoria, la verdad. Quizás sea que a las 6.30 de la mañana yo todavía no estoy muy receptiva, no sé.

Según se fue acercando la hora de comenzar al pleno, la zona se empezó a llenar de gente a la que, por supuesto, no se le permitía el acceso. La bronca comenzó de verdad cuando tampoco se le concedió el paso a los diputados. Nada grave, se tira la verja y en paz. Hasta tres veces la tumbaron y tres veces la volvieron a levantar los antidisturbios (con nervios de acero, debo decir, aunque me extenderé más tarde con eso).

Hasta el Vicepresidente, Juan Carlos Varela, (ahora parte de la oposición. La guía básica de política panameña contemporánea en próximos episodios) tuvo problemas para acceder porque la orden era que entrara solo y él se negó a hacerlo sin las personas que le acompañaban.

Dentro las cosas no estaban mucho mejor. Los ánimos caldeados, el estrés, los gritos, los nervios y, supongo, mucha mala leche acumulada provocaron que en ocasiones la situación se fuera realmente de las manos. O que llegara a ellas.

Más de un político de la oposición acabó en urgencias con algún que otro golpe y sobretodo por inhalación del gas pimienta. La mayoría de los periodistas en la zona (es decir, la mayoría de los periodistas de la ciudad) seguramente hoy no tendrán voz, tendrán los ojos como pelotas de tenis y comenzarán a ver las ventajas de llevar en todo momento un pañuelo y una botella de agua, sólo por si acaso. Y los comerciantes del área habrán aprendido a jurar en arameo, entre otros muchos idiomas, porque llevan dos días sin poder abrir.

Multitud frente a la Asamblea
Aún era temprano, luego llegarían más


Por fin, rondando las 13:30, el Presidente Ricardo Martinelli ofreció una rueda de prensa en la que anunció que retrocedería la polémica ley a Segundo Debate, suspendería las sesiones extraordinarias (que se han estado usando las últimas semana para aprobar todo lo que se quedó pendiente en el anterior periodo) y haciendo un llamado a la paz y la conciliación. Reconoció que era necesario dar más información sobre esta propuesta a la ciudadanía y propuso que Monseñor José Domingo Ulloa, Arzobispo de la ciudad (y quien acaba interviniendo en casi todos estos conflictos), mediara para alcanzar un acuerdo.

Los altercados continuaron un rato más, pero los principales líderes de la oposición salieron relativamente rápido a hacer una rueda de prensa en la que también hacían un llamado a la calma, aunque aseguraban que la marcha de protesta que está prevista para esta tarde sigue en pie. Y ya que estaban aprovecharon para pedir que se liberara a los detenidos por los disturbios, sobretodo porque casi la mitad son niños de instituto.

Desde las 8:45 (más o menos) hasta cerca de las 2 de  la tarde, la emisión de todas las cadenas panameñas estuvo en la Asamblea, dentro y fuera. Hasta CNN en español cortó su programación por seguir la noticia. También fueron los primeros en retirarse que ya había pasado lo peor y Cala es sagrado.

RCM (la cadena en la que trabajo) la siguió unos minutos después dejando detrás a un grupo de periodistas y productores muy satisfechos con su labor pero bastante agotados y con los nervios un tanto de punta por tanta prisa, tanta carrera y, a ratos, no saber si los periodistas en la calle seguían respirando o no.

Hoy


La verdad es que nadie tiene muy claro que es lo que sucederá a partir de aquí. Martinelli y su Cambio Democrático quieren vender. Varela y su PRD (sí, el Vice es de otro partido y ahora no se lleva bien con el Presi, la política aquí es complicada) arropados por el resto de la oposición, se niegan aunque es difícil de decir si es porque no quieren la privatización o porque no quieren que Martinelli se salga con la suya.

La marcha se mantiene, eso seguro. Y en un principio se pretende que sea pacífica así que   no se espera que haya incidentes aunque ya veremos cómo se desarrollan los acontecimientos.

Lo más probable es que haya una reunión de todas las partes en el Arzobispado a lo largo de la tarde. A partir de ahí, monstruos.

Algunas reflexiones


Primero. El Presidente Martinelli (en el gobierno desde 2009) ha conseguido en estos últimos tres años cabrear molestar a prácticamente todo el mundo, desde antiguos aliados políticos como Varela, miembros de los medios de comunicación (me es difícil elegir solamente una en este departamento y eso sólo desde que estoy aquí, pero creo que esta es la peor), hasta empresarios que le ayudaron en su campaña.

En los tres meses que llevo en Panamá ha habido huelga y/o protestas de casi cualquier sector en el que puedas pensar: trabajadores del Canal, sanidad, profesores, transportistas, estudiantes (la de la Universidad de Panamá también fue graciosa y aún colea)... Y me estoy olvidando a más de uno seguro. Es raro el día en el que una carretera del país o una vía principal de la ciudad no está cortada.

Martinelli gobierna prácticamente sólo con su partido y a golpe de trucos como las sesiones extraordinarias y los madrugonazos (no sé si a alguien le recuerda a algo). Sólo un milagro podría lograr que su formación ganara las próximas elecciones y lo que se oye por la calle es que ni siquiera logrará terminar el mandato, sobretodo si en Italia no tienen a bien acabar rápido con el problema de Lavitola (del que también espero hablar en algún momento). Es evidente que no es una forma de gobernar que funcione.

Segundo. En la protesta por la privatización de las eléctricas estaba todo el mundo, todos los sectores casi sin excepción. A los que ya estaban por ahí a primerísima hora se les sumó pronto una columna de trabajadores obreros con sus banderas rojas que daban casi miedo. Los estudiantes del Instituto Nacional (por lo visto con tradición de meterse en todos estos saraos desde hace décadas) se presentaron aún con sus mochilas al hombro con los universitarios no muy lejos. A los comerciantes de la zona seguramente no les haría mucha gracia tener toda esa muchedumbre en sus puertas, pero tampoco salieron en la televisión protestando por las molestias.

La ley era mala, la querían echar hacia atrás y lo hicieron. Sin pararse a pensar en las tendencias políticas del sindicato de al lado, sin recriminarse si se apoyaron o no en la protesta anterior, sin objetivos personales o pensar en las ganancias. Había que hacerlo y se hizo. Punto.

Tercero. Después de dos días de manifestaciones, uno de ellos con enfrentamientos a pedradas con los antidisturbios, sólo un comercio sufrió daños y no fueron de gran consideración (al menos con la información que manejaba a la 14:00 de ayer).

Parece que no es necesario dejar un rastro de destrozos detrás de ti para dejar claro un punto o lograr un cambio.

Cuarto (y último). Los antidisturbios no cargaron en ningún momento, no de la manera en la que lo entendemos en España. Durante más de 5 horas tuvieron que soportar a una multitud muy, pero que muy enfadada lanzando cualquier cosa que tuvieran a mano (y es sorprendente la facilidad con la que estas multitudes encuentran piedras). Empujones, gritos, insultos y muchos nervios. Y no hubo carga.

Se limitaban a lanzar gas pimienta de vez en cuando para dispersar a la multitud y poder replegarse, pero no corrieron porra en mano detrás de nadie, ni obreros de la construcción ni chicos de uniforme. Los pocos heridos que hay son fruto de empujones, caídas al suelo y poco más. Hay casi 50 detenidos, pero ninguno ha tenido que pasar por urgencias.

No hace falta imaginar lo que hubiera ocurrido de haber pasado algo similar frente al Congreso de los Diputados en Madrid porque no hace tanto que lo vimos en las noticias de todo el mundo.

Puede que Panamá tenga muchas deficiencias y aún le quede un largo camino para dejar de ser "país en desarrollo", pero desde luego también tiene muchas lecciones que darnos. Lo que ha ocurrido en estos dos últimos días me hace oscilar entre la vergüenza de lo que ocurre en casa y la esperanza de pensar que realmente es posible hacer las cosas de forma diferente. Ojalá alguien esté atento y tome buena nota.

Por cierto, anoche la página web de la Asamblea no funcionaba en lo absoluto. No sabría decir hasta que punto esto es extraño o entra dentro de lo normal, pero no deja de ser curioso.

El exterior de la Asamblea Nacional cuando no quieren invadirla




P.D: En un apunte mucho más feliz, ayer por la mañana los pequeños Alex y Emma Acevedo decidieron que por fin querían conocer el mundo exterior. La extremadamente orgullosa tía no ha podido evitar anunciarlo a los cuatro vientos.
Bienvenidos.

martes, 19 de junio de 2012

La Perspectiva del Soldado


Esta no era la entrada prevista para hoy, pero últimamente he tenido un par de conversaciones que me dieron mucho que pensar y, aunque no tienen nada que ver entre sí, al menos no a primera vista, al juntarlas en mi cabeza me hizo entender las cosas con una claridad cercana a la epifanía.

La primera de ellas la mantuve con un antiguo soldado norteamericano que, entre otras muchas cosas, participó en la guerra de Vietnam e incluso llegó a estar seriamente herido. Algunas de esas heridas aún le pasan una factura.
Es un hombre tremendamente culto con conocimientos sobre cultura europea y española que dejaría en mal lugar a más de un profesor.

Hablando sobre la crisis en España, acabamos derivando hacia la Guerra Civil y los primeros años de dictadura franquista. Él aseguraba, con firme convencimiento, que en esa primera etapa Franco hizo algo bueno porque, además de evitar que nos viéramos inmersos en la II Guerra Mundial, salvó el país de los comunistas y anarquistas que lo estaban destruyendo.


Algo que nunca tuvimos que vivir en España
NO voy a entrar en un debate sobre la Guerra Civil porque no se trata de eso. Pero mientras él me explicaba su razonamiento, yo intentaba hablarle de mi abuelo, que jamás quiso hablar de esa época y menos con los nietos; de la familia de mi amiga, que tuvo que exiliarse a Francia durante años; de las muchas historias que todos nos sabemos y que hemos oído mil veces.

Intenté hacerle entender que no se trató de una guerra de comunistas y anarquistas malos contra patriotas buenos. Que ningún bando fue tan santo y víctima, ni tan sádico y malvado. Cuando oyes las historias, te das cuenta de que fue una guerra de hermano contra hermano y de padre contra hijo, de hermanas violadas y madres muertas intentando defender a los suyos sin fijarse en el uniforme de quien les amenazaba. Supongo que es así en todas las guerras.

Entonces, llegó la frase demoledora: “sí, hubo muchas tragedias, pero valió la pena para salvar a España de un destino peor”.  Y mientras le explicaba que no creía que mi abuelo, falangista de convicción, hubiera pensado en absoluto que aquella guerra valió la pena, me di cuenta de algo.

No lo veía de una manera tan fría y analítica por la seguridad que da la distancia del tiempo y el espacio.  Ni porque sea un hombre insensible, porque desde luego no lo es.
Simplemente se trataba de su perspectiva de soldado. Uno entrenado para creer con fe ciega que morir en mitad de una selva en el otro extremo del mundo, o sufrir heridas que dejarían graves secuelas el resto de tu vida, o llevar a cabo actos que en otras circunstancias ni te plantarías valía la pena. Porque los comunistas son el demonio que quiere acabar con el mundo tal y como lo conocemos y desde luego que vale la pena destruirlos a cualquier precio. Incluso al precio de una Guerra Civil que aún es una herida abierta más de 75 años después.

Vietnam no era tan idílica hace unas décadas

La otra conversación, la que terminó de provocar mi epifanía, la tuve hace dos noches.
Aquí, en Panamá, parte del círculo social en el que me muevo tiene un poder adquisitivo bastante más alto al que estoy acostumbrada en casa y al haber una española en la mesa el tema de la crisis económica tardó muy poco en salir.

El primer punto fue el ya manido argumento de que la crisis es culpa del gobierno, pero también de la mala cabeza de todos los españoles, que quisimos vivir por encima de nuestras posibilidades.

Como alguien a quien le duele gastarse más de 30 euros en unos zapatos por mucha falta que le hagan, confieso que ese argumento en concreto me toca bastante la moral. Pero, por supuesto, yo era una excepción. Y mi familia, claro. Y mis amigos, en vista de lo que yo contaba. Supongo que también mis antiguas compañeras de trabajo, que sólo con el paro no podrían pagar el alquiler de sus pisos de 50 metros cuadrados y compartidos. 


Así que bueno, vale, quizá no entre fuera nadie entre mis conocidos, pero todo el mundo sabe que la culpa de la crisis es de todos esos españoles que compraron pisos como locos para enriquecerse y no tenían ingresos reales para pagarlos. Que no son todos, claro, pero sí la mayoría porque a ellos se lo había contado personalmente gente en España que les habían hablado de muchos casos así.

Por eso los recortes en sanidad y educación son tan necesarios, es consecuencia de nuestras malas decisiones (y casi, casi, un acto de penitencia y contrición para no volver a caer en tales errores). Y sí, es una tragedia que esos recortes afecten tangravemente a la vida de la gente, pero es que las economías van por ciclos y es lo que toca ahora.

Lo que me ocurría en realidad, por lo visto, es que yo no lo entendía bien porque intentaba entenderlo a un nivel demasiado grande, así que intentaron explicármelo a menor escala, pensando en una familia. Y es que cuando una familia gasta más de lo que tiene, en algún momento dejarán de prestarle dinero y tendrá que recortar gastos para pagar sus deudas.

Siguiendo la analogía, quise argumentar que si un padre, por mala gestión de sus finanzas, deja de alimentar a sus hijos, llevarlos al colegio o pagar sus medicinas cuando están enfermos, le quitan la custodia y va a la cárcel.
Supongo que seguí sin entenderlo porque optaron por cambiar de tema.

Así pasamos a las obras del metro aquí y las molestias que están causando. Cuando lo pusieron como ejemplo de obra que sólo iba a causar pérdidas y muy pocos beneficios, me quedé absolutamente muda.

Las obras del Metro deberían terminar a finales de año.
Lo divertido que fue bajar ahí abajo y ver todo el proceso es post para otro día

Quizás deba aclarar el motivo de mi asombro. El problema de la movilidad en la Ciudad de Panamá es extremadamente grave. Los atascos son absolutamente descomunales a prácticamente cualquier hora del día (recorrer 15 kilómetros en hora punta puede llevar dos horas) y el transporte público es casi inexistente e bastante ineficaz. La posibilidad de recorrer la ciudad de punta a punta en poco más de 20 minutos le dará a decenas de miles de personas una calidad de vida que ahora no pueden ni concebir.
Pero a ellos les parecía una apuesta muy arriesgada porque no generaría ganancias y nada garantiza que los panameños de verdad lo vayan a utilizar.

Fue entonces cuando me paré a observar la mesa, a observarla de verdad. Estaba sentada con dos arquitectos, un médico y un consultor que aunque se quejan del precio de la gasolina no dudan en gastarse 400 dólares al mes para llenar el tanque de sus fabulosos todo terreno (recordemos que en Panamá el sueldo mínimo, lo que ganan muchos, es de unos 420), que pueden gastarse 300 dólares en regalos de cumpleaños o 600 en ropa sin sudar.

Y ahí fue cuando lo vi claro. No son avaros, ni desprecian a los que ganan menos, ni hacen dinero desplumando a los demás, ni son indiferentes ante las desgracias ajenas. Es su perspectiva. La perspectiva del soldado. O, en este caso, la de gente que jamás ha tenido que preocuparse por el dinero.

En ese momento tuve mi epifanía. Porque esa es la clase de gente que nos gobierna. No creo que Rajoy tuviera que ver nunca a su madre haciendo malabarismos con las pesetas para llegar a fin de mes. Estoy casi segura de que Angela Merkel jamás se las ingenió para compaginar dos trabajos con sus estudios porque el que le daba la experiencia para el curriculum no le daba para vivir.
Me cuesta imaginar a la actual directora gerente del FMIChristine Lagarde, sirviendo copas o mesas o cuidando niños o dando clases particulares para pagarse sus gastos durante la carrera y así dejar de ser un lastre para sus padres. Y me atrevo a apostar, sin miedo a perder, que Rodrigo Rato (ni ningún otro directivo bancario de nuestro país) pasó años trabajando en un call center aguantando clientes histéricos 40 horas a la semana (fines de semanas alternos incluidos) por poco más de 700 euros al mes.

¿Cómo van a entenderlo? ¿Cómo van a saber lo que es pasar por delante de un escaparate, ver el libro que llevas meses esperando (o el disco o la película o esa camisa tan mona) y tener que alejarte pensando “quizás el mes que viene”, sabiendo que el mes que viene tampoco podrá ser? ¿Cómo van a comprender lo que es tener que decidir entre un buen abrigo para el invierno porque el que tienes no da para más o pagar el segundo plazo del seguro del coche que necesitas para trabajar? No se les puede hacer entender lo que es esperar durante horas mientras tu hijo agoniza de dolor por una infección de oído porque sólo hay un médico en urgencias.

¿Y por qué deberían saberlo? Nunca han tenido que renunciar a un pequeño capricho. Jamás se han visto en la necesidad de escoger entre dos necesidades básicas. Y si su hijo está enfermo, lo llevarán al hospital privado donde lo atienden inmediatamente que para algo pagan la póliza.

No vivimos en el mismo mundo, casi literalmente. Intentar explicarles como vive la mayoría es como intentar explicarle los colores a un ciego. Esperemos que una buena oratoria sea suficiente.