Esto fue lo que ocurrió
ayer en la Asamblea Nacional de Panamá. Al menos dentro del Hemiciclo. En las
gradas la bronca era aún mayor. Y fuera, los antidisturbios rociaban con
alegría a la multitud con gas pimienta sin importar si era manifestante,
diputado (que estaban con los manifestantes) o el señor de los helados. Hubo
para todos.
(Lamento no tener más
vídeos para ilustrarlo y tener que remitir a los enlaces, pero en Panamá el uso
de la web aún no está muy extendido ni siquiera entre los propios medios de
comunicación, lo que complica bastante las cosas para conseguir información.)
Antecedentes
La bronca empezó antes
de ayer. Tenía que debatirse el proyecto de ley 486 que permitiría al gobierno
vender el 24% de las acciones de las empresas eléctricas estatales.
El sistema
parlamentario panameño imita al Británico y las leyes se aprueban en tres debates. La forma en la que esta ley había pasado el segundo ya había levantado
bastante polémica porque el partido en el poder, Cambio Democrático, hizo lo
que llaman un Madrugonazo: retrasar el pleno todo lo posible para que llegue a
la madrugada y que los diputados de la oposición se marchen cansados y pensando
que ya no se va a votar nada. Cada vez estoy más convencida de que aquí
demasiados políticos han visto El Ala Oeste de la Casa Blanca (en concreto el capítulo 17 de la sexta temporada, "Un Buen Día", pero ese es otro
tema.
El lunes, en un primer
momento, la sesión estaba prevista para las 3 de la tarde. Sin embargo, en el
último momento se anunció que se adelantarían a las 9 de la mañana. El comienzo
de la sesión se retrasó, aunque eso tampoco es extraño, y las gradas comenzaron
a llenarse de gente.
Esa es otra de esas
cosas que a mí me resultan un tanto marcianas y aquí parecen tan normales:
La Asamblea está
compuesta por 71 diputados. Físicamente no es muy grande y se separa del resto
con unas grandes cristaleras (aunque después de lo de los últimos días puedo
decir sin miedo a equivocarme que es de un material bastante más resistente que
el cristal). Arriba a la derecha hay una galería para la prensa y todo lo demás
son gradas para los ciudadanos.
La teoría dice que no
todo el mundo puede entrar. La verdad es que desde la primera vez que fui, me
llamó la atención lo increíblemente fácil que sería asaltar su parlamento. Me
encanta tener razón, pero creo que hubiera preferido que se quedara como una
simple conjetura.
Si llevas cualquier
cosa que te identifique como periodista ni te miran el bolso. Y por cualquier
cosa me refiero a una furgoneta con un logo, un micrófono o una identificación
consistente en un trozo de papel con una foto terriblemente fea mal
plastificado colgando de tu cuello.
Las veces que he tenido
que pasar por el detector de metales ni me he fijado en si ha sonado o no
(teniendo en cuenta que llevaba todo encima, probablemente sí) y he seguido
caminando sin más porque se me escapaba el diputado que quería entrevistar y la
única opción de perderle era que el de seguridad me disparara (preferiblemente a
un órgano no vital). El guardia ni pestañeaba.
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Este cartel está en el hall del edificio. Seré rara, pero depender de la buena voluntad de la gente en estos asuntos no me entusiasma |
En sesiones como esta,
en las que se va a discutir una ley polémica entra el que sea, muchas veces
alentados por los propios diputados de la oposición.
Volviendo a la sesión
del lunes, el jaleo, los pitidos, las consignas y las banderas ondeando
estuvieron presentes desde el principio. Dentro del edificio y en los
alrededores. Cuando el Ministro de Economía y Finanzas, Frank de Lima, hizo el amago de hablar la
gradería se enardeció (tres exaltados incluso superaron las medidas de seguridad y entraron en el Hemiciclo) y hasta ahí llegó la sesión.
Bueno, en realidad
primero hubo casi una hora de gritos, insultos, diputados cogiendo las banderas
que presiden el estrado para agitarla con todo el patriotismo del mundo (si
alguien me lo pregunta, durante un momento estuve absolutamente convencida de que
se la iba a atar al cuello al más puro estilo Superman como los atletas tras
una carrera)... Al final, el presidente de la Cámara, Héctor Aparicio, tuvo que
rendirse a la evidencia.
Ayer
Al igual que el día
anterior, la sesión estaba prevista para las 9 de la mañana. La diferencia es
que esta vez la policía había cercado toda la zona desde la madrugada.
La pregunta recurrente
a los invitados políticos del morning show fue qué necesidad había de poner a
la venta esas acciones si el país va estupendamente y todo son ganancias y
buenas noticias. Sinceramente, la analista política, la licenciada Maribel Cuervo
de Paredes, a veces me recuerda a un pitbull: una vez que agarra a su presa ya
no hay quien la suelte, puede oler tu miedo y como pruebe sangre estás muerto. Os dejo la primera parte de una entrevista con el Presidente de noviembre del año pasado para que la veáis en acción. Y de paso también a Martinelli.
Le repitió la pregunta
una y otra vez al Secretario de Comunicación del Gobierno, Luis Eduardo Camacho; al Viceministro de Economía, Mahesh C. Khemlani (que no sé si tenía
algo en el ojo o un tic, pero no se estuvo quieto en los 15 minutos que estuvo
al aire) y a cualquiera que se le pusiera a tiro. No hubo una respuesta
especialmente elocuente o satisfactoria, la verdad. Quizás sea que a las 6.30
de la mañana yo todavía no estoy muy receptiva, no sé.
Según se fue acercando
la hora de comenzar al pleno, la zona se empezó a llenar de gente a la que, por
supuesto, no se le permitía el acceso. La bronca comenzó de verdad
cuando tampoco se le concedió el paso a los diputados. Nada grave, se tira la verja y en paz. Hasta tres veces la tumbaron y tres veces la volvieron a levantar los antidisturbios (con nervios de acero, debo decir, aunque me
extenderé más tarde con eso).
Hasta el
Vicepresidente, Juan Carlos Varela, (ahora parte de la oposición. La guía
básica de política panameña contemporánea en próximos episodios) tuvo problemas
para acceder porque la orden era que entrara solo y él se negó a hacerlo sin
las personas que le acompañaban.
Dentro las cosas no estaban mucho mejor. Los ánimos caldeados, el estrés, los gritos, los nervios y, supongo, mucha mala leche acumulada provocaron que en ocasiones la situación se fuera realmente de las manos. O que llegara a ellas.
Más de un político de la oposición acabó en urgencias con algún que otro golpe y sobretodo por inhalación del gas
pimienta. La mayoría de los periodistas en la zona (es decir, la mayoría de los
periodistas de la ciudad) seguramente hoy no tendrán voz, tendrán los ojos como
pelotas de tenis y comenzarán a ver las ventajas de llevar en todo momento un
pañuelo y una botella de agua, sólo por si acaso. Y los comerciantes del área
habrán aprendido a jurar en arameo, entre otros muchos idiomas, porque llevan
dos días sin poder abrir.
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Multitud frente a la Asamblea Aún era temprano, luego llegarían más |
Por fin, rondando las
13:30, el Presidente Ricardo Martinelli ofreció una rueda de prensa en la que
anunció que retrocedería la polémica ley a Segundo Debate, suspendería las
sesiones extraordinarias (que se han estado usando las últimas semana para
aprobar todo lo que se quedó pendiente en el anterior periodo) y haciendo un
llamado a la paz y la conciliación. Reconoció que era necesario dar más
información sobre esta propuesta a la ciudadanía y propuso que Monseñor José Domingo Ulloa, Arzobispo de la ciudad (y quien acaba interviniendo en casi todos estos
conflictos), mediara para alcanzar un acuerdo.
Los altercados continuaron un
rato más, pero los principales líderes de la oposición salieron relativamente
rápido a hacer una rueda de prensa en la que también hacían un llamado a la
calma, aunque aseguraban que la marcha de protesta que está prevista para esta
tarde sigue en pie. Y ya que estaban aprovecharon para pedir que se liberara a los detenidos por los disturbios, sobretodo porque casi la mitad son niños de instituto.
Desde las 8:45 (más o
menos) hasta cerca de las 2 de la tarde, la emisión de todas las cadenas
panameñas estuvo en la Asamblea, dentro y fuera. Hasta CNN en español cortó su
programación por seguir la noticia. También fueron los primeros en retirarse
que ya había pasado lo peor y Cala es sagrado.
RCM (la cadena en la
que trabajo) la siguió unos minutos después dejando detrás a un grupo de
periodistas y productores muy satisfechos con su labor pero bastante agotados
y con los nervios un tanto de punta por tanta prisa, tanta carrera y, a ratos,
no saber si los periodistas en la calle seguían respirando o no.
Hoy
La verdad es que nadie
tiene muy claro que es lo que sucederá a partir de aquí. Martinelli y su Cambio
Democrático quieren vender. Varela y su PRD (sí, el Vice es de otro partido y ahora no se lleva bien con el Presi, la política aquí es complicada) arropados
por el resto de la oposición, se niegan aunque es difícil de decir si es porque
no quieren la privatización o porque no quieren que Martinelli se salga con la
suya.
La marcha se mantiene,
eso seguro. Y en un principio se pretende que sea pacífica así que no se espera que haya incidentes aunque ya
veremos cómo se desarrollan los acontecimientos.
Lo más probable es que
haya una reunión de todas las partes en el Arzobispado a lo largo de la tarde.
A partir de ahí, monstruos.
Algunas reflexiones
Primero. El Presidente
Martinelli (en el gobierno desde 2009) ha conseguido en estos últimos tres años
cabrear molestar a prácticamente todo el mundo, desde antiguos aliados
políticos como Varela, miembros de los medios de comunicación (me es difícil
elegir solamente una en este departamento y eso sólo desde que estoy aquí, pero creo que esta es la peor), hasta empresarios que le ayudaron en su campaña.
En los tres meses que
llevo en Panamá ha habido huelga y/o protestas de casi cualquier sector en el
que puedas pensar: trabajadores del Canal, sanidad, profesores, transportistas, estudiantes (la de la Universidad de Panamá
también fue graciosa y aún colea)... Y me estoy olvidando a más de uno seguro. Es raro el
día en el que una carretera del país o una vía principal de la ciudad no está
cortada.
Martinelli gobierna
prácticamente sólo con su partido y a golpe de trucos como las sesiones extraordinarias y los
madrugonazos (no sé si a alguien le recuerda a algo). Sólo un milagro podría
lograr que su formación ganara las próximas elecciones y lo que se oye por la
calle es que ni siquiera logrará terminar el mandato, sobretodo si en Italia no
tienen a bien acabar rápido con el problema de Lavitola (del que también espero
hablar en algún momento). Es evidente que no es una forma de gobernar que funcione.
Segundo. En la protesta
por la privatización de las eléctricas estaba todo el mundo, todos los sectores
casi sin excepción. A los que ya estaban por ahí a primerísima hora se les sumó
pronto una columna de trabajadores obreros con sus banderas rojas que daban
casi miedo. Los estudiantes del Instituto Nacional (por lo visto con tradición
de meterse en todos estos saraos desde hace décadas) se presentaron aún con sus
mochilas al hombro con los universitarios no muy lejos. A los comerciantes de
la zona seguramente no les haría mucha gracia tener toda esa muchedumbre en sus
puertas, pero tampoco salieron en la televisión protestando por las molestias.
La ley era mala, la
querían echar hacia atrás y lo hicieron. Sin pararse a pensar en las tendencias
políticas del sindicato de al lado, sin recriminarse si se apoyaron o no en la
protesta anterior, sin objetivos personales o pensar en las ganancias. Había
que hacerlo y se hizo. Punto.
Tercero. Después de dos
días de manifestaciones, uno de ellos con enfrentamientos a pedradas con los
antidisturbios, sólo un comercio sufrió daños y no fueron de gran consideración
(al menos con la información que manejaba a la 14:00 de ayer).
Parece que no es
necesario dejar un rastro de destrozos detrás de ti para dejar claro un punto o
lograr un cambio.
Cuarto (y último). Los
antidisturbios no cargaron en ningún momento, no de la manera en la que lo entendemos en España. Durante más de 5 horas tuvieron
que soportar a una multitud muy, pero que muy enfadada lanzando cualquier cosa
que tuvieran a mano (y es sorprendente la facilidad con la que estas multitudes
encuentran piedras). Empujones, gritos, insultos y muchos nervios. Y no hubo
carga.
Se limitaban a lanzar
gas pimienta de vez en cuando para dispersar a la multitud y poder replegarse,
pero no corrieron porra en mano detrás de nadie, ni obreros de la construcción
ni chicos de uniforme. Los pocos heridos que hay son fruto de empujones, caídas
al suelo y poco más. Hay casi 50 detenidos, pero ninguno ha tenido que pasar
por urgencias.
No hace falta imaginar
lo que hubiera ocurrido de haber pasado algo similar frente al Congreso de los Diputados en Madrid porque no hace tanto que lo vimos en las noticias de todo
el mundo.
Puede que Panamá tenga
muchas deficiencias y aún le quede un largo camino para dejar de ser "país en desarrollo", pero desde luego también
tiene muchas lecciones que darnos. Lo que ha ocurrido en estos dos últimos días
me hace oscilar entre la vergüenza de lo que ocurre en casa y la esperanza de pensar que realmente es
posible hacer las cosas de forma diferente. Ojalá alguien esté atento y tome
buena nota.
Por cierto, anoche la página web de la Asamblea no funcionaba en lo absoluto. No sabría decir hasta que punto esto es extraño o entra dentro de lo normal, pero no deja de ser curioso.
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El exterior de la Asamblea Nacional cuando no quieren invadirla |
P.D: En un apunte mucho
más feliz, ayer por la mañana los pequeños Alex y Emma Acevedo decidieron que
por fin querían conocer el mundo exterior. La extremadamente orgullosa tía no
ha podido evitar anunciarlo a los cuatro vientos.
Bienvenidos.
Genial el artículo Paula, muchas gracias por currarte estos textos, y "abrirnos" la ventana a ese país del que, a parte de que tiene un canal, nada sabía.
ResponderEliminarMe he reido mucho además con la frase "es sorprendente la facilidad con la que estas multitudes encuentran piedras"
Muchas gracias, Peter.
EliminarAunque hoy me han quitado la ilusión con lo de las piedras. Parece que la gente se las traía en bolsos y mochilas.
Otro mito que cae.